jueves, 11 de octubre de 2012

Capítulo 05: Pressure

1 de Diciembre

Savannah le cogió de la mano a Lana. El tacto de la mano de la profesora esa suave, así como sus uñas . Corrieron por ese inmenso bosque, lleno de vegetación, tan húmedo, hasta llegar a una extensa y solitaria playa. Savannah reía y jugueteaba con la arena, mientras que Lana la miraba con cierta extrañeza sin saber que estaba pasando. Savannah paró de jugar, entonces sus labios se movieron, su expresión se tornó seria y lo único que Lana pudo descifrar de aquello fue un ''quiero bañarme''. La chica insistió en que estaba fría el agua, era invierno, pero la profesora parecía que le llevaba la vida con ese baño. En un rápido movimiento, Savannah tomó la mano de la chica de nuevo y corrieron por la arena hasta llegar al agua. La profesora no se lo pensó dos veces, se metió hasta la altura de la barriga, chapoteaba, reía, a Lana le recordaba a Marilyn Monroe, tenía esa mirada pícara. Savannah le insistía que se metiese con ella, que tenía que contarle algo importante, tenía que hablar, Lana se abstenía a bañarse pero una fuerte energía la condujo hasta el agua, hasta quedarse a la altura de la barriga, como Savannah. Sorprendentemente, el agua estaba caliente, justo como a Lana le gustaba. La profesora, una vez la chica estuviese dentro, comenzó a reír a carcajadas, Lana no entendía el por qué de esa risa, pero sonrió un poco. Entonces la profesora señalo un punto exacto en el mar, allí estaba Dan, ahogándose, sin respiración, Lana quería correr y ayudarle, pero algo la hacía permanecer allí, una energía magnética.


Lana despertó en medio de la noche. Tenía un sudor frío recorriendo todo su cuerpo, se sentía enferma, con ganas de llorar, también con ganas de hablar con alguien, con Dan, quizás. No era capaz de pensar en Savannah de la misma forma que había hecho antes, ahora la veía distinta, mala. Pero la chica desechó rápidamente esos pensamientos, ya que solo había sido un sueño, no tenía por qué juzgar a nadie.

Lana se levantó de la cama y arrastró los pies por el suelo, se sentía mareada, con ganas de devolver todo lo que había comido, con ganas de gritar y llorar. ¿Por qué su vida tendría que ser tan confusa?

08:00

Lana se dirigió en moto hasta el piso de Dan, por lo visto, quizás ya estaría algo más recuperado como para ir a clase, habían sido unas lesiones ''leves'' dentro del nivel de gravedad del asunto. La chica se coló en el ascensor para subir a la casa. En el segundo piso el ascensor paró en seco y se subió una niña pequeña, de unos doce años, llevaba una enorme pulsera blanca, de esas que dan en los hospitales a los niños enfermos. Parecía que se dirigía al instituto o al colegio, pero ahora tendría que subir hasta la planta de Dan y bajar de nuevo. Lana se sintió mal por la niña.

-¿Eres amiga de Dan?- Dijo la niña.

Lana la miró fijamente, se sonrojó, asintió y miró para otro lado. La niña se quedó callada el resto del trayecto, hasta que llegaron a la planta dónde vivía Dan.

-Pues buena suerte.

Las puertas se cerraron y la niña desapareció, dejando a Lana con cierto mal sabor de boca y mucha preocupación, aunque no era algo que le quitaría el sueño por las noches.

Lana llamó al timbre y abrió la puerta la madre de Dan. Regina era una mujer muy ordenada, humilde y algo estricta,según como se mire, era muy protectora con su hijo,quizás es que no quería perder a nadie más, ya que su marido la abandonó hacía unos años.

-Dan se está preparando.- Dijo la mujer con una sonrisa.

Lana bajó la cabeza y esperó. Dan apareció con las muletas, aún tenía los ojos morados. Llevaba un jersey de lana rojo y unos vaqueros, el pelo despeinado y barba de una semana, parecía que no había tenido fuerzas ni para afeitarse. Ambos entraron en el ascensor y Lana presionó el botón del bajo.

-¿Cómo te encuentras?- Dijo ella.

-Algo mejor, pero no sé si aguantaré todo el día allí...

-Bueno no te preocupes, si no aguantas llamo a tu madre.

Decir esa frase le pareció raro a ambos.

-¿Tú? ¿Hablar con mi madre?- Dan rompió a reír en carcajadas.- Tu no abres la boca ni para comer.

Parecía que no, pero esos pequeños comentarios, a Lana, le dolían en el fondo. Ella intentaba relacionarse, pero no podía, era algo imposible para ella, la vergüenza, la inseguridad se la comían por dentro.
Al fin llegaron al bajo, Lana ayudó a Dan a salir, quién andaba como podía, ya que, además de las lesiones en las costillas, tenía un esguince en el pié.

-Bueno, voy a coger el bus...-Dijo Dan.

-Te acompañaré.

-No, tu ve en Scooter, nos veremos allí.

-Insisto.

-Llegarás tarde, Lana, no seas tonta.- Dijo Dan levantando una mano, para que el conductor del autobús se percatase de que había alguien esperando.

-No me importa...

Al final entraron los dos al autobús y se sentaron al fondo. Dan se quedó mirando a Lana fijamente con cierta sonrisa pícara y un brillo especial en los ojos, Lana sabía perfectamente que la estaba mirando, pero ella hacía como que no se daba cuenta.
Una fila de coches y autobuses se arremolinaron delante del autobús, parecía que había un atasco, quizás por algún atropello o algo así, Lana miró por la ventana, el baho salía por su boca y se adhería al cristal del vehículo. Parecía que por fin habían llegado a la zona del accidente, había una ambulancia y dos coches de policía, también había un cuerpo sin vida en el suelo, con una manta recubriéndolo y un charco de sangre a su alrededor, había sido un atropello. De la manta salía un pequeño bracito, como de un niño pequeño. En la muñeca llevaba colgado una enorme pulsera blanca. De repente Lana comenzó a sentir un dolor en el estómago, se le formó un nudo en la garganta, había visto esa pulsera antes. La niña del ascensor.
Se comenzó a sentir mareada, no era capaz de mirar por la ventana, un torbellino de sentimientos y pensamientos comenzó a brotar, sentía unas enormes ganas de vomitar, de llorar. Dan giró la cara para mirar por la ventana, pero se encontró con el rostro enfermizo de la chica.

-Lana, ¿te encuentras bien?

La chica no podía ni siquiera abrir la boca, tenía el corazón encogido, las lágrimas a punto de caer de las cuencas de sus ojos, un estrecho nudo en la garganta e mucha impotencia.
 El autobús paró en seco, habían llegado a su destino, el instituto. Lana y Dan salieron. La chica sentía cada paso que daba como una tortuta, sentía que iba a desvanecerse en cualquier momento. Pero, cómo siempre, su ángel de la guarda apareció. Savannah. Con una trenca marrón clarita, iba tan mona... Pensaba Lana. Y se desmayó, cayó al suelo y se golpeó la cabeza fuertemente contra el asfalto. Dan se agachó como pudo, pero nadie acudía en su ayuda, excepto Savannah,que fue corriendo, preocupada. Se agachó y le tomó el pulso a la chica, estaba bien. Quizás solo había sido un desmayo. Enseguida trajeron una camilla y se la llevaron a enfermería.

30 minutos después

Lana despertó entre las blancas paredes de la enfermería. Estaba totalmente sola y la cabeza le daba vueltas. Antes de terminar de parpadear el médico de su familia entró en la sala.

-Lana, ¿cómo te encuentras?

-Mareada.

-Me han informado de que es la segunda vez que te desmayas en poco tiempo, ¿tienes alguna idea de por qué? Sí no me lo dices tendré que llamar a tu abuela.

Lana miró al suelo, en ese momento Savannah entró en la enfermería, parecía preocupada, se sentó en una banqueta justo al lado del médico.

-Lana es importante que le digas al doctor lo que te pasa.- Dijo la profesora.

Lana sabía perfectamente lo que le pasaba, pero era un tema que no solía hablar con nadie, ni siquiera con su abuela, ni con Dan.

-No he estado comiendo correctamente.- Al fin Lana abrió la boca.

-¿A qué te refieres?¿Vomitas la comida?

La chica asintió y cerró los ojos con fuerza, parecía que iba a llorar.

-Ven aquí, voy a pesarte.- Dijo el doctor.

-¡No, por favor!- Lana rompió a llorar.

-No te mostraré tu peso, a no ser que quieras.

Lana se secó las lágrimas y miró al doctor, se empezó a dar cuenta de que tenía que solucionar ese problema que tenía desde hacía unos meses.

-De acuerdo.

La chica se subió a la váscula de la enfermería, Savannah la cogió de la mano. Lana sonreía por dentro, por el simple hecho de que Savannah había tomado su mano.

-Vamos a ver - dijo el doctor- mides 1'70 y tu peso es de 55 kilogramos. Estás al límite, si pierdes un solo kilo más habrá que pedir ayuda a un profesional en nutrición.

El hecho de estar al límite hacía a Lana sentirse mejor consigo misma, al menos científicamente no podía estar ''gorda'' como ella se veía reflejada en el espejo tantísimas veces.
Lana se volvió a sentar en la cama y el doctor se sentó en una silla.

-¿Qué va a pasar?- Dijo Lana.

-Tú tienes en tu mano tu futuro.¿ Quieres seguir adelgazando y estar enferma o quieres llevar una dieta saludable? La segunda opción no implica necesariamente engordar. Conozco más casos como el tuyo y sé que es difícil.

Los labios de Lana se partieron y como un susurro salieron las palabras.

-La segunda.- Dijo convencida.

El doctor y la profesora sonrieron aliviados, al ver la reacción, Lana también sonrió. El doctor dejó la enfermería para que Lana pudiese descansar un rato. Pero Savannah permaneció allí y se sentó en la silla libre que había dejado el doctor. Le cogió las manos a Lana y sonrió.

-Cuando tenía tu edad el físico era una gran presión para mí, me alegra saber que hayas decidido parar este problema a tiempo, no como yo...

Lana bajó la mirada y apretó las suaves manos de la profesora, miró dentro de sus enormes ojos color agua y sonrió.

-No quiero que la gente de mi entorno lo pase mal.- Dijo Lana. Las palabras salían de su boca con facilidad, ya no se sentía insegura hablando con ella, se sentía agusto, en buena compañía, con alguien que la entendía perfectamente.

-Yo por desgracia no pensé en la gente de mi entorno.- La mirada de la profesora se tornó triste, Lana ardía en ganas de decirle lo preciosa que era, pero no lo haría.

-Eso ya pasó...- Dijo Lana, no se le ocurría nada mejor que decir.

La profesora miró a Lana a los ojos, se quedaron mirando unos segundos y ambas sonrieron, después de eso, Savannah se acercó a Lana y la abrazó fuerte. Lana pudo sentirla tan cerca... La estaba abrazando, otra vez, otra vez ese enlace.

-Sabes que puedes contarme lo que quieras...-Dijo Savannah- Te ayudaré.

-Claro que sí.

Savannah salió de la habitación y Dan entró con sus muletas, parecía preocupado. Se sentó en la cama, justo al lado de Lana.

-¿Cómo estás, eh?

-Ahora bien.

Dan abrazó a Lana. A la chica le gustaban los abrazos de su amigo, pero no eran comparables a los de Savannah, ni punto de comparación. El chico acarició la mano de Lana, lentamente, le hacía cosquillas, ella sonrió tímidamente.

-Tenemos que hablar...

Lana sintió que se le encogía el corazón de nuevo, ''tenemos que hablar'' las palabras que más odiaba en el mundo.

-Ha pasado algo...-Dan prosiguió tranquilo, con la mirada perdida en el suelo- He hablado con Leah, resulta que...- Dan tragó saliva- Chad está desaparecido desde aquella noche, no ha vuelto a casa. No puedo denunciarle, puede volver en cualquier momento y matarme.

-Eh no digas eso, no te matará, Chad es inofensivo...

Dan encarnó una ceja.

-¿Enserio?

-Chad no mataría a nadie... Solo heriría de gravedad...

Dan suspiró y abrazó de nuevo a su amiga cosa que Lana no entendió. ¿Por qué tantos abrazos? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario